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Carta que Monseñor Law, Arzobispo de Boston y Cardenal, envió al presidente Bush


Señor Presidente:

Hay que decir la verdad al pueblo, Señor Presidente, respecto del terrorismo.

Si la aprehensión equivocada respecto del terrorismo no se destruye, entonces la amenaza continuará hasta nuestra destrucción completa.

La verdad es que ninguna de nuestras numerosas armas nucleares nos puede proteger de esas amenazas. Ningún sistema de "guerra de las galaxias" (poco importa la técnica más avanzada, ni cuántos millones de dólares se malgastarán en esos proyectos), podrá protegernos de un arma nuclear transportada por barco, por avión o por auto alquilado.

Ningún arma, ni de vuestro arsenal, ni un céntimo de los 200 millones de dólares que se dilapidaron cada año en el llamado "sistema de defensa" es capaz de evitar una bomba terrorista. Se trata de un hecho militar. Como teniente coronel de la reserva y en frecuentes conferencias respecto de la seguridad nacional,siempre he citado el Salmo 33: "un rey no es salvado por su potente ejército, de la misma manera que un guerrero no es salvado por su vigor".

La reacción evidente es: entonces, ¿qué podemos hacer nosotros?
No existe nada que podamos hacer para garantizar la seguridad de nuestro pueblo? ¡Sí! pero para escuchar eso, hay que conocer la verdad acerca de la amenaza.

Señor Presidente, usted no ha dicho la verdad acerca del porqué" nosotros somos el blanco del terrorismo, cuando usted explicó por qué nosotros bombardearíamos Afganistán y Sudán.
Usted dijo que nosotros éramos el blanco del terrorismo, porque nosotros defendíamos la democracia, la libertad y los derechos humanos en el mundo. Es absurdo, Señor Presidente.


Nosotros somos el blanco de los terroristas porque, en la mayor parte del mundo, nuestro gobierno ha defendido las dictaduras, la esclavitud y la explotación humana. Nosotros somos el blanco de los terroristas porque somos odiados, y somos odiados porque
hemos hecho cosas odiosas.

En cuántos países, agentes de nuestro gobierno han perseguido y asesinado a los líderes de sus pueblos, reemplazándolos por dictadores militares, marionetas deseosas de vender a su propio pueblo a los grupos norteamericanos multinacionales?

Hemos hecho eso en Irán, cuando los Marines y la CIA han depuesto a Mossadegh, porque él tenía la intención de nacionalizar la industria petrolera.

Lo hemos reemplazado por el Shah Reza Pahlevi, y hemos armado y entrenado su guardia nacional odiada, la SAVAK, que ha reducido a la esclavitud y ha brutalizado al pueblo iraní, para proteger los intereses financieros de nuestras compañías petroleras.

Después de eso, es tan difícil imaginar que existen en Irán personas que nos odian?

Hemos hecho eso en Chile, lo hemos hecho también en Vietnam. Más recientemente, hemos intentado hacer lo mismo en Irak. Es muy claro!

Cuántas veces lo hemos hecho en Nicaragua y en otras repúblicas de América Latina?

Una y otra vez, hemos destituido a los líderes populares, que querían repartir las riquezas de su tierra para que el pueblo las  administrara.


Los hemos remplazado por tiranos asesinos, que vendían a su propio pueblo (a cambio de coimas enormes que engordaron sus cuentas bancarias privadas) para que la riqueza de su propia tierra pudiera ser acaparada por sociedades tales como la Domino Sugar, United Fruit Company, Folgers y otras parecidas.

País tras país, nuestro gobierno ha obstruido la democracia, ha ahogado la libertad y ha pisoteado los derechos humanos. Es por eso que somos odiados en el mundo, y es por eso que somos el blanco de los terroristas.


El pueblo de Canadá goza de libertad y de derechos humanos, como también el pueblo de Noruega y el de Suecia.

Escucharon ustedes acaso que las embajadas canadienses, noruegas o suecas hayan sido bombardeadas? Nosotros no somos odiados porque practicamos la democracia, la libertad y los derechos humanos. Nosotros somos odiados porque nuestro gobierno niega esas cosas a los pueblos del tercer mundo, cuyas riquezas son codiciadas por nuestros grupos multinacionales.


Este odio que hemos sembrado se vuelve en contra nuestro, amenazándonos con el terrorismo y, en el futuro, el terrorismo nuclear. Una vez que se ha dicho la verdad acerca de las causas de esta amenaza y una vez que ésta ha sido escuchada, la solución es evidente.

Tenemos que cambiar nuestras prácticas.


Liberarnos de nuestras armas nucleares (incluso unilateralmente si fuera necesario) mejorará nuestra seguridad. Cambiar drásticamente nuestra política exterior la consolidará.

En lugar de enviar a nuestros hijos e hijas por el mundo a matar árabes, para tomar posesión de su petróleo, que está bajo su arena, debiéramos enviarlos para reconstruir sus infraestructuras, darles agua potable y alimentar a los niños hambrientos.

En lugar de continuar matando miles de niños iraquíes todos los días a causa de nuestras sanciones económicas, deberíamos ayudar a los iraquíes a reconstruir sus centrales eléctricas, sus estaciones de tratamiento del agua, sus hospitales, todo aquello que hemos destruido y que no dejamos que se reconstruya con nuestras sanciones económicas...

En lugar de entrenar terroristas y escuadrones de la muerte, deberíamos cerrar la Escuela de las Américas. En lugar de desestabilizar y sembrar el terror en el mundo, deberíamos abolir la CIA y dar el dinero que ella gasta a organismos humanitarios. En resumen, debiéramos ser buenos en lugar de ser malos.


Quién nos pararía entonces? Quién nos odiaría? Quién quisiera bombardearnos?

Es eso, Señor Presidente. Eso es lo que el pueblo de los Estados Unidos necesita escuchar."


Bernard LAW, Cardenal - Arzobispo de Boston.